Partían del artículo 25 de la
Declaración Universal de los Derechos Humanos, que dice: “Toda persona
tiene derecho a un nivel de vida adecuado que le asegure, así como a su
familia, la salud y el bienestar, y en especial la alimentación, el
vestido, la vivienda, la asistencia médica y los servicios sociales
necesarios; tiene asimismo derecho a los seguros en caso de desempleo,
enfermedad, invalidez, viudez, vejez u otros casos de pérdida de sus
medios de subsistencia por circunstancias independientes de su
voluntad.”
Y analizaron
la realidad: la situación social en España está adoptando
características de catástrofe: Paro, precariedad, empobrecimiento,
desahucios… Una pobreza de tal calibre que sitúa a un 22% de la
población por debajo del umbral que se toma como referencia y que puede
ser absoluto (cuando no se tiene para comer) o relativo por tener
ingresos inferiores de la mitad del ingreso medio del país.
En España el Estado de Bienestar es muy
escaso, ya que siempre hemos gastado en protección social unos 10 puntos
menos que la media de la UE-15. Ello hace que haya dos millones de
personas paradas que no reciban prestaciones, que las pensiones sean
bajas y que las ayudas a la dependencia han sido reducidas
drásticamente. Cuando se empiezan a dar casos de familias que no pueden alimentar a sus hijos y tienen que entregarlos a los servicios sociales,
se encienden todas las luces rojas y atravesamos la raya del tercer
mundo; recuerda el abandono de bebés en los tornos de los conventos de
monjas de hace siglos.
Tal y como ha denunciado la
confederación de padres de alumnos (CEAPA) y otras ONGs al relator
especial de Naciones Unidas sobre el Derecho a la Alimentación, hay una
“situación alarmante y urgente” de “miles de niños”. Problemas de desnutrición infantil acentuado
por el recorte entre un 30-50% de becas de comedor. Y malnutrición de
personas mayores, especialmente de mayores de 80 años, que viven solas y
con pensiones de miseria. ¿Es esto compatible con el robo, saqueo y
despilfarro de una pequeña élite?
Cada vez hay más trabajadores y personas
de la clase media empobrecidas, que hace uno o dos años no podían ni
imaginar su situación actual. Más mendigos, dramas individuales,
familiares y, por extensión, un gran problema social. Es decir, no se
cumplen los derechos humanos. El colchón de las ayudas familiares y la
beneficencia mitiga algo la galopante miseria, pero no es la solución.
La pregunta que hay que hacerse es ¿durante cuánto tiempo se puede
mantener?
Frente a esta situación de catástrofe,
los reunidos acuerdan poner en marcha un movimiento social contra el
paro y la precariedad, organizar y movilizar a los de abajo, al
colectivo más vulnerable y abandonado en estos momentos. Defienden una
Renta Básica Ciudadana, que definirán en su propuesta de Iniciativa
Legislativa Popular (ILP). Muchos otros lo vienen haciendo en España y
fuera de aquí, como Guy Standing, autor de The Precariat. The New
Dangerous Class, que defiende la Renta Básica como
un salario mensual de carácter individual, modesto e incondicional,
porque ninguna sociedad puede funcionar bien si una creciente proporción
de sus miembros se encuentra en la pobreza y tiene inseguridad
económica (…) tenemos que ver la Renta Básica como parte de una
estrategia redistributiva en la que damos un papel importante a las
nuevas formas de representación colectiva”.
Quieren impulsar una ILP e invitan a
participar a todos los movimientos, mareas, sindicatos, fuerzas
políticas progresistas, para que no falte nadie. Lo que se plantea en la
ILP no es una limosna, es exigir un derecho del ciudadano, algo que le
pertenece como ser humano. Esto va en línea con lo que se está haciendo
en la Iniciativa Ciudadana Europea por una Renta Básica Universal e
incondicional, en pleno proceso de recogida de firmas para llegar al
millón antes de enero de 2014, a fin de que el tema sea abordado en el
Parlamento y la Comisión Europea. Se puede firmar por Internet.
Dice el profesor Daniel Raventós, “cualquier
medida que favorezca a la población más débil se considera ir contra
corriente, porque parece que se asume que lo único que tiene sentido
económico es quitar derechos de la población más perjudicada, la inmensa
mayoría, y que los más ricos se queden igual o, incluso, ganen dinero”. Por
ello, la iniciativa tiene calado y removerá muchas cosas. Porque además
de defender un derecho humano fundamental como el derecho a vivir,
cuestiona las políticas neoliberales de empobrecimiento de la población y
de abandono a su suerte de los perdedores por la crisis y plantea el
reparto de la riqueza. Deja al descubierto la obscenidad de la
corrupción que permite que se enriquezcan políticos y empresarios de
manera casi impune, y los fabulosos gastos militares y del rescate a la
banca, mientras crece una miseria asfixiante y no se rescata a las
personas. Pone en evidencia que se priorice la reforma constitucional
del PSOE-PP, a través del nuevo artículo 135, que obliga a pagar la
deuda aunque la gente no coma. Si la ley va contra la vida, para
asegurar el derecho a vivir dignamente de las personas se tendrán que
cambiar las leyes. Para ello hace falta un debate público y una
movilización popular
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